Dear Apostle of the Immaculate Heart of Mary, Thank you for your very generous donation which comes at a most critical time. We are helping our suffering members in Nigeria and Sudan. It is unbelievable the loss of life and suffering they undergo every day. Their lives are surrounded with fear, poverty and death. Your donation enables us to send them the powerful and precious Sacramentals of Our Blessed Mother. Her grace is imparted, hope fills their hearts and joy enters their lives. They are keeping you and your family every day in prayer. The Family is the basic unit of society and the Catholic Family is the backbone of the Nation and the cornerstone of the Church. It is in the Catholic Church that the family finds its support and safeguard. The Church teaches the sacredness of the family, the indissolubility of marriage and the sanctity of matrimony as an institution ordained by God, a religious contract and a Holy Sacrament. The family is the nursery of Christendom which fills the earth with true believers, one day to complete the number of elect in Heaven. The Sacrament of Matrimony imparts to the couple supernatural graces which no other contract does. Marriage is of the greatest importance to the whole human race. Married couples have many weighty duties and burdens and need the special graces of the Sacrament. The profanation and desecration of marriage by divorce and the moral decay of society are the evils of our present day. The family members Let us be keenly aware of the need to set a good example for our children and for the whole world. Good example is the best teacher. At times, prayer may be the only recourse that can be employed to save a child. Family prayer is most powerful! A family that prays together is a strong fortress against the hostile efforts of Satan which seek to destroy the family. We must pray fervently, regularly and with great confidence! I remain, one with you in the Immaculate Heart of Mary. Let us pray for one another! |
|
|
BERNARDITA – Escondida, Sencilla y Silenciosa! Una de las apariciones más importantes de N. Santísima Madre en el Siglo XIX fue en Lourdes. Allí fue donde Ntra. Señora le dijo a Bernardita quien era, “Soy la Inmaculada Concepción.” Bernardita era una niña ignorante, enfermiza: humilde, pobre y piadosa. Ntra. Señora le dijo que no la haría feliz en este mundo, sino en el siguiente. La Madre de Dios le pidió a Bernardita “¡PENITENCIA! ¡PENITENCIA!” Más allá de esto muy poquito está registrado. Un bello libro nos fue enviado desde Lyon, Francia. Aquí encon- tramos el secreto real de Lourdes. Bernardita se encontraba siempre rezando su Rosario, el instrumento de su piedad, gracia, misión, santidad personal y apostolado. Todo tomó su significado en la Señal de la Cruz, el Padre Nuestro, Ave María y Gloria al Padre repetidos incansablemente. Bernardita no iba a la escuela, no sabía leer. Su Rosario se convirtió en su misal y Evangelio. En el Rosario tenía todo lo que necesitaba para su tarea; llevaba dentro de sí todo el Cielo y la tierra con su Rosario. N. Sra. le enseñó a Bernardita la Señal de la Cruz con la que comienza todo Rosario. Tan bella, tan expresiva de su alma era su Señal de la Cruz que se convertiría en el sello distintivo de su vocación personal. La Madre de Dios le enseñó la belleza de la Divina Gracia y el horror del pecado. Bernardita había sido llamada a una vida de penitencia, oración y amor y se le había dado el cargo de trans-mitirla al mundo. Ella haría esto con su Rosario en la mano. Solo hay un fin para las almas, pequeñas o grandes, Jesús y Jesús Crucificado; sin embargo, mientras que Él es el fin, Él es también el Camino. Bernardita fue llevada al más maravilloso de todos los mundos, el mundo de la Gracia – nuestra Divina Adopción por el Padre de Jesucristo, nuestra incorporación con Cristo por el Bautismo, la morada de la S. Trinidad dentro de nosotros, el crecimiento de la Vida Divina en nuestras almas por la oración y los Sacramentos; una transformación total de nosotros mismos según nos transformamos en los hijos de Dios. La Virgen María está escondida, sencilla y silenciosa pero llena de gracia. ¡Ave a Ella como la Corredentora de la Raza Humana! Bernardita es hecha una confi-dente y ayudante, un instrumento de la ternura maternal de María y del Poder misericordioso de Su Hijo, para restaurar el mundo en Cristo por un nuevo y maravilloso derramamiento de Gracia Redentora. Bernardita deseó probar su amor por Jesús aceptando todo lo que le agradara a Él mandarle. En Septiembre 8 de 1858, Bernardita fue recibida como una Hija de María en Lourdes. Esta consagración la hizo profundamente feliz. Aún después de entrar al convento, le fue dado permiso de permanecer una Hija de María hasta la muerte. Al entrar a su refugio en San Gildard, María fue la que la guió a Jesús. Ella escribió, “Déjame comenzar aquí en la tierra en unión contigo, a glorificar a Dios por el constante homenaje de perfecta sumisión … ¡Sí Jesús, Sí, en todo y en toda circunstancia, Sí!” Bernardita entró al convento en Nevers para esconderse. El obispo mismo inauguró una campaña desde el primer día de su entrada como postulante, advirtiéndo a la Madre Gral. y a la Directora de Postulantes ser vigorozas en escudarla de la soberbia. Las dos se superaron a través de los años en humillarla, insultarla y rechazarla, y ser severas en su tratamiento. Ella fue torturada por el sufrimiento interior, sin embargo sufrió todos estos insultos con obediencia, silencio y amor para agradar a Jesús y retornar amor por cada humillación. El Rosario pasó incansablemente por sus dedos. Bernardita se dió a escribir sus efusiones espirituales de amor ardiente en letra pequeña en pedacitos de papel. Cuando no estaba enferma, pelaba verduras y llevaba bebidas calientes a las inválidas. Cuando no estaba trabajando en el dispensario, era sacristán. Pasó su vida con Dios y con los enfermos, en quienes también encontró a Dios. Nuestra Señora triunfó perfectamente en esconder a su Bernardita. ¡Nevers había de ser para su hija privilegiada un Nazaret con su silencio! Fue para ella un Jerusalén, Getsemaní y Calvario. Al corazón de esta humildad, habría una unión transformante, reparación, participación en los sufrimientos de Jesús, intimidad con Su Corazón; habría ¡AMOR! La manera de amar de Bernardita no fue extraordinaria, sino sencilla, común y ordinaria. “¡Para mi vivir es Cristo!” El Nuevo Testamento y la Imitación de Cristo fueron sus libros favoritos. Hacía diario el Via Crucis y mantuvo esto durante sus doce años de vida religiosa. Lo hacía de rodillas en la capilla cuando estaba bien o cuando estaba enferma, lo hizo en su cama de enferma mirando a una simple estampa de la estación. “Ponte en el Huerto de Getsemaní o al pie de la Cruz, y está allí calladamente. Nuestro Señor te hablará, y tú le escucharás.” La Santa Misa y Comunión fueton el punto culminante de la vida de Sor Marie-Bernard; ser privada de ellos durante su enfermedad le costó más que todos sus sufrimientos. Bernardita permaneció atenta al más ligero llamado de gracia dentro de ella y temía descuidar cualquiera de las inspiraciones del Espíritu Santo. A un sacerdote incrédulo, Santa Bernardita dijo simplemente: “La tarea que Ntra. Señora me dió fue decirle a la gente el mensaje, no hacerlos creerlo.” “Sí, Dios mío, SÍ … En todo y en toda circunstancia, ¡SÍ!” A través de su vida, su pequeño Rosario se deslizó entre sus dedos durante sus largas vi-sitas a la capilla. Mientras estaba enferma decía el Rosario todo el día y durante las noches dolorosas y sin sueño. Su vida en Nevers fue una conti-nuación de Lourdes. “Jesús, mi Dios, te amo sobre todas las cosas.” Las palabras de Ntra. Señora a ella volvían una y otra vez. “Haz penitencia, reza, mortifícate y sufre por los pecadores.” Su vocación fue amor en toda su plenitud. Bernardita tuvo una gran obra dada directamente por Dios, y fue la única obra de su vida religiosa: ¡la obra de un alma víctima por la expiación del pecado y el Triunfo de la Santa Madre Iglesia! “Obedecer es amar. Sufrir cualquier cosa de las creaturas, para agradar a Jesús, es amar. Sufrir todo en silencio para agradar a Jesús, es amar.” ¡Sor Marie-Bernard era un fuego! Era como un pedazo de madera que la llama envuelve y devora; desde el primer instante que la madera se vuelve fuego, se consume más y más. Al fin, es imposible distinguir el fuego de la madera – enseguida no hay nada sino fuego. ¡Tal fue el amor de Sor Marie-Bernard por Jesús! El crecimiento en santidad de Bernardita no proviene de luces interiores o conversión de corazón o intervenciones sobrenaturales, sino del amor y semejanza a y unión con Jesucristo. El Espíritu Santo estaba activo en ella y era el Don de su fortaleza, el fuego de su amor. “El que no está listo a sufrir todo por su Amado, y a hacer Su Santa Voluntad en todas las cosas, no es digno del dulce nombre de amigo. Aquí abajo, no puede haber verdadero amor sin sufrimiento.” Sta. Bernardita siempre tuvo el hábito cuando escribía de poner las dos letras, “p.p.” antes de su nombre: “¡Reza por mí! ¡Reza por mi pobre alma! ¡Tengo gran necesidad de tus oraciones” Era un grito por oraciones para poder soportar sus sufrimientos interiores y martirio del corazón. Anhelaba la Cruz y el Calvario, pero la meta de su amor era el Cielo y la unión que encuentra su consumación en la visión de Dios cara a Cara. Pongámonos en el Corazón de María y permanescamos allí. ¡Allí es donde encontraremos nuestro Hogar en la Tierra! Bernardita vivió en sufrimiento perpetuo. El Papa Pío IX le mandó un Crucifijo a Bernardita. Ella escribió, “Con mi Crucifijo, soy más feliz en mi cama que una reina en su trono” Este Crucifijo y su Rosario fueron sus últimas posesiones en la tierra. Su agonía duraría 20 días. “No pido consuelo, ¡sino fortaleza y paciencia!” Ser un cristiano significa ser un amante y un pacificador. Primero que todo, debemos estar en paz con nosotros mismos estando unidos con la Divina voluntad de Dios y, enseguida, debemos tener suficiente sabiduría y humildad para llevar paz a las vidas de otros. Bernardita hizo esto de una manera singular a través de sus sufrimientos. En un mundo donde el placer es el bien más alto y el sufrimiento el mayor mal, puede parecer irracional llamar benditos a los que sufren adversidad y persecución. Pero, no hay medida terrenal del amor del hombre por Cristo excepto la cruz llevada alegremente. Todos nosotros debemos de sufrir pruebas ineludibles, separaciones, enfermedades y rechazo, tentación de la carne y la burla del mundo anticristiano en el que vivimos. Como Bernardita, llevemos estas pruebas con amor y fortaleza alegre. Vivimos para un propósito: ¡hacernos santos! Bernardita nos enseña el misterio de santidad. Lo que importa es nuestro amor de Dios de todo corazón. El mundo está lleno de sufrimiento, pero no de santos. Dolor, intenso dolor, sin amor es estéril. Si solo pudiéramos amar bastante y abrazar con amor todo el dolor y sufrimiento que Dios nos manda, nosotros también, podríamos ser santos. El amor da nobleza al sacrificio voluntario, vuelve la obediencia en una expresión de generosa abnegación; toca el más pequeño y más trivial regalo, envuelto en papel barato y oropel, en una cosa de belleza eterna. Si permitimos que el amor penetre todo lo que hacemos y somos, entonces nada de lo que nos pase será sin significado eterno. Si amamos a Dios y nos amamos uno a otro, entonces todo lo que hacemos será en dulce conformidad con la Divina Voluntad. A través de la santificación de nuestras familias, podemos alcanzar con el abrazo de Cristo a toda la raza humana. Sobre esta realidad Bernardita vivió su vida entera. Como Bernardita, hemos sido enviados a este mundo no para condenar su mal sino para corregir el mal, no para gritar impuro sino para lavarlo limpio, no para maldecir sino para salvar. Cristo vino a este mundo no para llamar a los justos, sino a los pecadores. No es de nuestra incumbencia probar que estamos en lo correcto; nuestra incumbencia es predicar a Cristo y Él Crucificado, dejar a la Verdad conquistar por su propio derecho. No necesitamos reprobar el error de los fámulos, sino prodigarles el Pan de la Vida, el Amor mismo del Corazón de Dios. Ellos, entonces, serás alimentados hacia la vida perdurable. Nadie creerá lo que decimos, a menos que seamos amorosos y pacientes con ellos. ¡SOLO EL AMOR IMPORTA! Cristo falla en la medida que fallamos en ser como Cristo. En todo lo que ella dijo e hizo, Bernardita exhaló este amor a todos. Como Jesús en la Cruz, ella extendió sus brazos y dijo, “Tengo sed.” Una hermana le dió algo de beber. Y, por última vez, hizo la bella Señal de la Cruz que Nuestra Señora le enseñó: la Señal de la Cruz del Rosario. Inclinando la cabeza le entregó su alma a Dios a quien amó tan tiernamente aquí abajo. ¡El Amor fue cumplidó! ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! El pecado es el único mal real en el mundo y debe ser evitado y reparado. ¡Cuando rezamos el Rosario, caminamos en la luz! Dios te Salve María, llena eres de gracia … ¡ruega por nosotros los pecadores! Dios es sencillo y, para entrar en intimidad con Dios, el alma debe recobrar esta sncilléz. ¡La Inmaculada Concepción: ¡Qué silencio! ¡Qué humildad! ¡Qué gran Misterio escondido en Dios! En Lourdes, Nuestra Señora nos reveló a través de Bernardita, que Dios ha obrado en Ella, todos los Misterios de nuestra Fe y toda la esperanza del mundo: “¡Yo soy la Inmaculada Concepción!” Respondamos hasta el fin del tiempo: “Dios Te Salve, María, Llena Eres De Gracia…” Nuestra Señora de Lourdes, Reina del Rosario, “La Eucaristía baña el alma atormentada en luz y amor. Entonces, el alma aprecia estas palabras: Venid todos los que estáis enfermos, yo restauraré vuestra salud.” “¡TODAS NUESTRAS MISERIAS VIENEN POR NO AMAR A LA CRUZ!” Oh Inmaculado Corazón de María, Reina del Santísimo Rosario, enséñadnos a amar esas cuentitas. En toda prueba, tribulación y pena, han sido causa de consuelo para todos los que en vos confían. Somos felices con la posesión de nuestros Rosarios. Que vuestro Rosario, O Inmaculado Corazón de María, nos fortalezca siempre en nuestras flaquezas, sea nuestra paz en tiempo de aflicción, consuelo en toda duda, valor en la tentación, y una fuente de consuelo en todos nuestros días en la tierra! ¡Que sea una fuerte influencia en nosotros en el éxito y en el fracaso! ¡En todo, que vivamos en unión apacible con vos por la oración del Rosario! Amén. — “¡Por favor Padre, Rece por la Conversión de mi Ser Querido! Progreso es la máxima de nuestros tiempos modernos. Progreso debe ser igualmente la máxima de nuestro avance espiritual: progreso en hacer uso de los medios de Salvación que Dios nos ha dado para estos tiempos peligrosos. Nuestras familias están plagadas de oportunidades para pecar, que son innumerables y divisivas. Peligros que son increíblemente amenazadores, atractivos y seductores, nos rodean por todos lados. No podemos vencerlos por nuestra propia fuerza. Sin la ayuda de Dios, nos ahogaremos en el lodazal. Brujería y Satanismo abundan, drogas y alcohol, pornografía y desnudez han hallado su camino a nuestras escuelas y hogares. Hemos sido engañados por el diablo. Poniendo nuestras esperanzas en comodidades materiales, posesiones y seguridad futura, hemos perdido a la familia, la fe y la beatitud eterna. ¿Cómo podemos apelar mejor a los Corazones de Jesús y de María? ¿Cómo podemos obtener la salvación de nuestras familias? ¿Cómo podemos ayudar a los que han perdido la fe y se han abandonado a este vacío de codicia, soberbia y odio? Nuestra Señora de Fátima vino a traer paz al mundo. El fundamento de la Paz es la posesión de la Gracia. El hombre debe cesar de ofender a Dios. La Gracia Santificadora es la Vida de Dios Mismo impartida al alma, por la cual el hombre es elevado al nivel sobrenatural y se convierte en amigo e hijo de Dios, y un heredero del Cielo. La presencia o ausencia de Gracia Santificadora en nuestras almas, al momento de la muerte, decidirá nuestra salvación o condenación eterna. Por el Sacramento de Confesión, todo es ganado y salvado y el pecador arrepentido es restaurado a la amistad de Dios. Lavado en la Preciosa Sangre del Cordero de Dios, él recibe la fuente de vida, la medicina de salvación, la fuente de curación y el principio de todo lo que es bueno. No hay medio más eficaz de protección contra los peligros de tentaciones que acosan a las familias que la unión frecuente con Nuestro Señor en la Sagrada Comunión. Engañados por falsos maestros, muchos han abandonado la Fe, Amor y Esperanza de Cristo. Debemos de volver a Dios por quien somos amados tanto. Cuando el hombre restaure a Dios en el templo de su alma, María recompensará al mundo con paz perdurable. Sesenta y un días de Sagradas Liturgias serán ofrecidas por el Padre Ivan Kolodiy en Ucrania durante los meses de Agosto y Septiembre por sus seres queridos que se han alejado de los Sacramentos, por nietos que necesitan recibir Bautismo, y por la conversión de aquellos que tú confíes a Dios. Los nombres de los inscritos serán colocados sobre el Altar durante los meses completos de Agosto y Septiembre. DONATIVO DE ESTIPENDIO SUGERIDO: $5.00 C/U por Inscripción en los Sesenta y un Días de Sagdas. Liturgias por tus Seres Queridos: ¡IMPRIME CLARAMENTE C/NOMBRE! 1. 7. Haz tu pago online por PAYPAL / TARJETA CRÉDITO a: WWW.PHILOMENA.ORG |
|
FR. MATEO ON THE HOLY SACRIFICE OF THE MASS (continued) EUCHARISTIC COMMUNION AND ITS SUPREME END Take another morsel now of that which is flavoured with the Blood of the Lamb! Next consider Holy Communion, which according to theology and liturgy is the consummation of the work of Jesus, that is, the mystical completion of the Sacrifice: its end and its crown. As we have mentioned above, the Mass is not complete without the Communion of the celebrant; but according to the rules of the liturgy and the nature of Sacrifice, there can be no Communion without a Mass. What can we say, theologically, is the supreme end of Eucharistic Communion? What should be our strongest wish, our great ideal, when we receive Jesus in the Host? Without question, the supreme end of Holy Communion is essentially connected with that of the Holy Sacrifice, namely the glorification of the Blessed Trinity! This is evident when we consider the fact that Communion is essentially of the same nature as the sacrifice: liturgically the sacrifice is a banquet, of which Communion is an integral part. Holy Communion, then, should be received with the same motives with which we offer the Holy Sacrifice, that is, to give glory and praise to the Blessed Trinity. In effect, Holy Communion finishes what the sacrifice has begun, that is why the supreme end of both is the same: Glory to the Father, through Jesus Christ Our Lord. Therefore, according to this beautiful doctrine, when the celebrant consecrates a large ciborium with five hundred hosts, it means that five hundred happy communicants wish to give the same glory to the Trinity at the altar rail that the celebrant gives at the altar. So, Sacrifice and Sacrament are identically the same hymn of divine praise, same hymn of glory to God! Here, we must add that Holy Communion has another purpose, and one which concerns us all personally. According to the formal teaching of Christ, Holy Communion is by divine institution a heavenly food. The author of grace Himself is given and Jesus the Victim then becomes the food of our souls in Holy Communion. The “Manna” of the Altar, the Bread of Angels, is then a masterpiece of our Saviour’s Love, in which we obtain a food which is the source of life and strength for us mortal wanderers in our exile. We go to Holy Communion to obtain supernatural life and to get it more abundantly. We go to Communion to sanctify ourselves through sacramental union with the Holy of Holies. Holy Communion is a sacred duty. Our Saviour declared, “Except you eat the flesh of the Son of Man. and drink His Blood, you shall not have life in you.” (Jn. 6:54). When the priest distributes Holy Communion, he says, “May the Body of our Lord Jesus Christ keep your soul until eternal life.” In truth, a fervent communicant may say with St. Paul, “For to me, to live is Christ.” (Phil. 1: 21) To this end, it will be observed that the communicant who appreciates the scale of spiritual values will know from that how to increase grace and merit for himself. In other words, whoever makes the intention when receiving Holy Communion, primarily to give glory to the Blessed Trinity, will discover that this good disposition will cause him to be spiritually nourished with a hundredfold increase of graces. It is quite certain that whoever gives first place to the honour due to the Trinity, not only loses nothing, but has his treasures multiplied and made marvelously efficacious. For example, suppose that a king were to invite two men to a banquet. One of those invited goes principally to enjoy the meat and drink of the royal table, while the other intends first of all to pay honour to his host who has honoured him with the invitation, that is, he goes to pay respect to his king and to show his loyalty. Such intentions do not prevent him from enjoying the banquet as thoroughly as the first, but his enjoyment has more dignity and is more admirable. Lovely as it is, like all other comparisons this comparison must fall short. In the case of Holy Communion, the king who issues the invitations, and the banquet, are one and the same! Therefore in receiving Holy Communion, we should seek first of all to give glory to the Blessed Trinity and then seek our own spiritual profit, uniting both ends with our faith and love. Finally, when a servant of God, pursuing his own personal profit, gives to the Lord the first part of his attention, he is certain to receive the rest with the Kingdom of God and its justice, and to receive it more abundantly. He has found the philosopher’s stone; the secret of turning good alloy into perfect gold. In conclusion, Holy Communion is essentially a sacrificial banquet which holds itself to the Sacrifice as a part to the whole. The Sacrifice requires the consummation which is the Holy Communion of the celebrant. Therefore, it is most suitable for the faithful to receive Holy Communion during Mass, although it is not absolutely necessary. For a long time the question had been mooted whether or not it was necessary for the faithful to receive Communion during Mass in order that they might participate in the Sacrifice. His Holiness Pope Pius XII ended this discussion in his Encyclical on the Liturgy, Mediator Dei: “There may be a reason,” he says, “and that not infrequently, why Holy Communion should be distributed before or after Mass… in these circumstances… the people duly take part in the Eucharistic Sacrifice. Still, though the Church with the kind heart of a mother strives to meet the spiritual needs of Her children, they for their part should not readily neglect the directives of the liturgy, and as often as there is no reasonable difficulty should aim that all their actions at the Altar manifest more clearly the living unity of the Mystical Body.” |
|
Share Your Gift of FaithFor centuries, our cherished Catholic faith has been passed from person to person, parent to child, etc. Each of us carries in our heart a special memory of how God first graced us with the knowledge of the faith and how Our Blessed Mother, Saint Philomena, Venerable Pauline Jaricot and other saints changed our lives and brought us closer to Christ. In our work in the Universal Living Rosary Association, we see first hand how millions of souls are currently living without that knowledge of God and are living outside of His grace. We have been given a beautiful opportunity to carry out Christ’s work and pass on our faith and blessings to others who would otherwise never be introduced to Our Lord, the Savior of all mankind. Just as we pray for the souls in Purgatory who have no one to pray for them, we should also make it a part of our life’s mission to pass on our faith to as many souls as possible who have no one else to pass it on to them, who don’t know Our Lord and His promise of salvation. This is the box we send out to the foreign Missions $77.95. It contains Rosaries, Scapulars, Miraculous Medals, Cord & Oil, Newsletters, Calendars, Catechism books, 2 TAN books, large color prints, lists and encouragement for our Promoters. |
|
Tags: Catholic, Filomena, Living, Philomena, Philomene, Rosary, Saint, Santa, Universal